martes, 26 de abril de 2011

9.Falacidad de la comparación

El mulá Nasrudín iba vestido con una túnica harapienta y sucia. El gobernante lo increpó:

- ¿Cómo -le preguntó- te atreves a presentarte ante mí en ese estado de suciedad? ¿Es que no te da vergüenza?

- Siempre estoy relativamente limpio -contestó Nasrudín-. En mi alforja guardo otra túnica y me la pondré cuando la que visto ahora esté más sucia ella.

- Pero ¿cuándo las lavas?

- Nunca. Cada vez que la túnica que estoy usando está más sucia que la llevo en mi alforja, me la cambio. ¡Siempre estoy relativamente limpio!

En verdad, casi todo depende de cómo se lo mire. Tus alegrías podrán parecerte pequeñas si las comparas con las de tu vecino más dichoso, y te parecerán enormes si las comparas con la vida del infeliz; de manera análoga te sucederá con las tristezas.

Pero has de entender que la vida es un constante devenir donde todo cambia -también las alegrías y las tristezas-, y donde todo se mantiene en permanente equilibrio y armonía. El hombre común que se compara con sus vecinos y se siente infeliz por su suerte comete un gran error.
 

En el Plan del Creador está dispuesto qué es lo mejor y más conveniente para tu evolución espiritual. Cuando consigas entender esto podrás vivir en plenitud, danzando libremente al ritmo de la Vida. Así, pues, no compares, vive tu presente, apénate en los momentos tristes y disfruta en los momentos felices. El Verdadero Sabio jamás compara.

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